30/9/10

YO COMÍ CON ELLOS, YO LOS VI COMER


Comedor universitario y un proceso social llamado: carroña

[Estudiantes esperan que ollas del comedor universitario no hayan quedado vacías]


Por: Augusto carrasco


La carroña universitaria es el arte de comer sin pagar. O al menos intentarlo. Sucede de lunes a sábado, pasada la hora oficial del almuerzo, entre dos y tres de la tarde, cuando el comedor universitario agoniza de comensales y el cielo abre sus fauces, esperando con resignación.


El Comedor Universitario “Buena ventura Cornejo”, dialoga con el hambre, desde su fundación en 1966. Se ubica en el campus universitario, específicamente en el área de sociales, a un costado de la avenida Venezuela y atiende oficialmente a tres mil estudiantes agustinos empadronados.


Para acceder al comedor universitario no basta ser estudiante matriculado y tener hambre. Es necesario empadronarse en la oficina de bienestar social y obtener una beca de comensal. Esta beca permite canjear –por trece soles semanales- una tarjeta, la cual autoriza el pase a las frías instalaciones del edificio apostado en la parte sur del campo de sociales para hacerse de una gamela y sus correspondientes raciones de alimento.


Si embargo, la cadena trófica universitaria no termina aquí. Al comedor universitario, a la gamela (entiéndase bandeja), al alimento y al comensal hay que agregarles un nuevo elemento: el carroñero, el carroñero universitario.


El carroñero es el último miembro del club de los comensales. Y la carroña es la última parte del ciclo nutritivo que se desarrolla en el comedor universitario. Y funciona del siguiente modo:


Mientras los comensales se acercan, entre 12 y 2 de la tarde, al comedor universitario, otros esperan. Esperan a que termine la hora oficial de atención y haya sobrado algo en las ollas para que puedan recoger esos alimentos dejados de lado. La carroña tiene su puerta de ingreso y tiene también derecho a una gamela y a recibir lo que estén dispuestos a dar los cocineros.


Vengo a la carroña porque la plata no alcanza pe, me dice Raúl, un estudiante del área de ingenierías al que últimamente voy frecuentando en la carroña. Hay que agradecer esto me dice Juan Pablo, estudiante de biomédicas, quien acude a la carroña de vez en cuando. A veces no alcanza el tiempo ni la plata, sólo queda la carroña, agrega Luis, estudiante de administración.


Los carroñeros, hacen uso de este servicio, a pesar de todo, de la jodida espera, del riesgo a que no quede nada en las ollas, y sobretodo, de la estigmatización que sufren por sus demás compañeros.


Los carroñeros no siempre son los mismos, esto pasa por una cuestión casual, a veces alguien se queda sin dinero y no le queda otra. Y el comedor universitario y sus integrantes, al final resultan teniendo cierta aura de héroes, de santos, al proveer un plato a algunos estudiantes que por diversos motivos, no pueden costear su almuerzo.


La carroña también está protegida. Moisés Huacca Ccaso, secretario del área de ingenierías del comedor universitario, me dice que en el comedor, se defienden los derechos de los comensales y los carroñeros por igual.


Así es más o menos la carroña, todo está organizado, todos son bienvenidos. Donde come uno, comen dos, y donde comen dos, comen todos. Yo lo he visto, yo estuve en la carroña también. Yo comí con ellos, yo los vi comer.*





* Juego de palabras que hace referencia a un verso del poeta peruano Antonio Cisneros: Yo corrí con ellos, yo los vi correr.

1 comentario:

Anónimo dijo...

[haga su come...ntario aqí]

io no comi con ellos ...pero los vi comer...

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