poema de Augusto Carrasco
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Recuerdo haber estado en tu casa
con el pescado muerto y listo para la sartén
sobre un viejo mueble junto a “Jeremías” el gato
luego salimos a caminar medio muertos
medio borrachos
el bono semanal no había llegado
sabíamos que nunca llegaría
las tardes se desatan las trenzas para joder, dijiste
y me pareció estúpida tu jodida visión de la poesía
en mi casa las camisas no encontraban sustento suficiente
para adherirse a un esqueleto cubierto de musgo y carne
nunca tendría televisor ni volvería a mirar al Alianza Lima
sin embargo Raúl vendría a buscarnos
para las pichangas y para tirar unos tragos
su polera roja desprende moléculas de tristeza, me dijiste
siempre decías huevadas
había un chico bello y delgado como un estambre en septiembre
su patada atravesaba muchedumbres de fuego
alcanzaba el hermoso rostro de Yoana
la muchacha lo amaba con miedo y desesperación
su mejilla se abría como una rosa
Yoana se lamía la sangre terrosa que le resbalaba
un grumo de cochinas moscas sorbiendo el cadáver del pescado
el camino de tierra trazaba el perfil de un pescado
ésta playa era el lomo ardiente de un pescado muerto
medio ciegos medio borrachos
atravesamos el polvo endureciendo nuestros pasos
llegamos a sentir el frío de la arena húmeda
aquí es buen lugar para morir, dijiste
ése día hicimos una apuesta
y volteaste para mirar lo que nadie miraba jamás
los buses no llegan
nunca llegarán.
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